jueves, 14 de mayo de 2020

Una Madre, nuestra Madre


La Madre de América


Cómo me gustan y reconfortan las palabras que la Virgen de Guadalupe dijo al indio Juan Diego, en el cerro del Tepeya, el 12 de diciembre de 1531, en la cuarta ocasión en que Ella le honraba con su aparición:

«Oye y pon bien en tu corazón, hijo mío el más pequeño: nada te asuste, nada te aflija, tampoco se altere tu corazón, tu rostro; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad o algo molesto, angustioso o doliente.

¿No estoy aquí yo, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en donde se cruzan mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?».


______________________




miércoles, 6 de mayo de 2020

Introducción y propósito



C.S. Lewis
 
«Cuando al cristianismo se le despoja de todo sectarismo, lo que queda es una joya deslumbrantemente bella.».

C.S. Lewis. Mero Cristianismo.

Comienzo, en esta noche confinada, que hace ya, creo, la número 56, un nuevo Blog, en el que hablaré, esencialmente, de Dios, de Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, de mi fe, de mi religión, de mis tradiciones, de la liturgia católica, tesoro de belleza inmarcesible, y de todo lo que me haga feliz, me produzca Alegría, en los términos en que la describe quien firma la cita que encabeza este breve texto, el gran Clive Staples Lewis[1].

 1. Sobre el icono que aparece en la cabecera.

Se trata de La Santísima Trinidad, de Rublev. Sobre esta famosísima representación oriental trinitaria, que tanto me impresionó cuando la contemplé por primera vez, leemos en Aleteia.com:

«Estimadísimo tanto por cristianos de Oriente como de Occidente, la de Rublev es una de las imágenes más profundas de la Trinidad jamás producida.

(…) Este icono ruso es difícil de entender para los que no pertenecen a la tradición ortodoxa y a primera vista no parece representar a la Santísima Trinidad.

La escena central del icono proviene del libro de Génesis, cuando Abraham da la bienvenida a tres extranjeros en su tienda.

“Apareciósele Yahveh [a Abraham] en la encina de Mambré … Levantó los ojos y he aquí que había tres individuos parados a su vera. Como los vio acudió desde la puerta de la tienda a recibirlos, y se postró en tierra … Luego tomó cuajada y leche, junto con el becerro que había aderezado, y se lo presentó, manteniéndose en pie delante de ellos bajo el árbol” (Génesis 18, 1-8).

El icono de Rublev representa esta escena con tres ángeles, similares en apariencia, sentados alrededor de una mesa. En el fondo está la casa de Abraham, así como una encina que se encuentra detrás de los tres invitados.

Mientras que el icono representa esta escena en el Antiguo Testamento, Rublev utilizó el episodio bíblico para hacer una representación visual de la Trinidad que encaja dentro de las estrictas directrices de la Iglesia ortodoxa rusa.

El simbolismo de la imagen es complejo y pretende resumir las creencias teológicas de la Iglesia en la Santísima Trinidad. En primer lugar, los tres ángeles son idénticos en apariencia, lo cual corresponde a la creencia de la unidad de Dios en tres Personas. Sin embargo, cada ángel lleva una prenda diferente, trayendo a la mente cómo cada Persona de la Trinidad es distinta. El hecho de que Rublev represente a la Trinidad usando ángeles es también un recordatorio de la naturaleza de Dios, que es espíritu puro. Los ángeles son mostrados de izquierda a derecha en el orden en que profesamos nuestra fe en el Credo: Padre, Hijo y Espíritu Santo. El primer ángel lleva una ropa interior azul, que simboliza la naturaleza divina de Dios y una prenda púrpura exterior, apuntando a la realeza del Padre. El segundo ángel es el más familiar, ya que lleva la ropa típicamente usada por Jesús en la iconografía tradicional. El color carmesí simboliza la humanidad de Cristo, mientras que el azul es indicativo de su divinidad. La encina detrás del ángel nos recuerda el árbol de la vida en el Jardín del Edén, así como la cruz sobre la cual Cristo salvó al mundo del pecado de Adán. El tercer ángel lleva una prenda azul (divinidad), así como una vestidura verde por encima. El color verde apunta hacia la tierra y la misión de renovación del Espíritu Santo. El verde es también el color litúrgico usado en Pentecostés en la tradición ortodoxa y bizantina.

Los dos ángeles a la derecha del icono tienen una cabeza ligeramente inclinada hacia el otro, ilustrando el hecho de que el Hijo y el Espíritu vienen del Padre. En el centro del icono hay una mesa que se asemeja a un altar. Colocado sobre la mesa hay un tazón o cáliz de oro que contiene el ternero que Abraham preparó para sus invitados y el ángel central parece estar bendiciendo la comida. Todo eso nos recuerda el sacramento de la Eucaristía.

Aunque no es la representación más directa de la Santísima Trinidad, es una de las visualizaciones más profundas jamás producidas. En las tradiciones ortodoxa y bizantina permanece como la principal manera de representar al Dios Trino. El icono es incluso muy estimado en la Iglesia católica romana y es utilizado con frecuencia por los catequistas para enseñar a otros sobre el misterio de la Trinidad.

La Trinidad es un misterio y siempre lo será mientras estamos en la tierra. Sin embargo, a veces nos vislumbramos algo en la vida divina de Dios, y el icono de Rublev nos permite un breve segundo para mirar detrás del velo».

Puede encontrarse una información muy completa pinchando sobre el mismo icono.

   2. Sobre el título del Blog.

Qui propter nos hómines. «Que por nosotros los hombres». Es el comienzo de uno de los artículos de fe que rezamos semanalmente todos los católicos en el Credo: Qui propter nos hómines et propter nostram salútem descéndit de caelis. Et incarnatus est de Spíritu Sancto ex María Vírgine et homo factus est (las frases latinas están tomadas del misal, por eso llevan tildes). «Que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre». Pertenece al símbolo[2] (o Credo) de Nicea-Cosntantinopla, y fue acuñado en el Concilio de Nicea de 325 y revisado en el de Constantinopla, de 381.

Es un resumen perfecto de la acción de Dios por los hombres, a quienes no dejó abandonados a su suerte cuando, en el ejercicio de nuestra libertad, del libre albedrío que nos hace humanos y semejantes a Dios, le dimos la espalda, y decidimos marchar por unos caminos que no eran los suyos. Y yo, cada vez que lo rezo, experimento una honda alegría.  

Intentaré dar en este Blog razón de mi fe, y de la felicidad que me proporciona creer en un Dios que es para mí un padre providente, y hacer partícipe a los lectores de la «consoladora certeza de la fe cristiana, a la cual ella debe su profunda humanidad y su extraordinaria sencillez». Son palabras estas de San Juan Pablo II, en su Carta Encíclica Veritaris Splendor, el Esplendor de la Verdad, de 6 de agosto de 1993. Y este es el motivo por el que la fe cristiana es tan extraordinariamente sencilla: «[porque] consiste fundamentalmente en el seguimiento de Jesucristo, en abandonarse a Él, en dejarse transformar por su gracia y ser renovados por su misericordia, que se alcanzan en la vida de comunión con su Iglesia.».

Imagen: https://cdn.britannica.com/24/82724-050-A1F9D0B9/CS-Lewis.jpg


[1] En su libro Cautivado por la Alegría. Historia de Mi Conversión, afirma que “Toda Alegría recuerda. No es nunca una posesión, sino siempre un deseo de algo más grande, o más lejano, o todavía «por ser».”
[2] La palabra símbolo viene del latín symbolum y este del griego σύμβολον (symbolon), signo, contraseña. Parece ser que, originariamente, el símbolo era un objeto partido en dos, del que dos personas conservaban cada uno una mitad, y que, si se unían, hacían posible reconocer a los portadores su compromiso o su deuda.